sábado

LUNA FRÍA

Científicos de la NASA han podido medir el punto más frío del sistema solar y, para su sorpresa, lo han hallado aquí al lado, en la Luna. Los investigadores de la NASA descubrieron que algunas de las medidas que tomaba el Satélite de Reconocimiento Lunar que realiza esta tarea eran extremadamente bajas. En concreto las de algunos cráteres que se hallan en el interior de otros cráteres y a los que jamás ha llegado la luz del Sol. La existencia de esos lugares se había predicho teóricamente hace unos cincuenta años, pero en todo este tiempo había sido imposible hacer una comprobación práctica.
David Paige, de la Universidad de California y jefe de la investigación, afirma que en esos lugares «están las temperaturas más bajas que se hayan visto en mediciones reales». Esos lugares están a 238 grados centígrados bajo cero, una temperatura solo dieciséis grados por encima de la más baja que se puede medir. Las temperaturas registradas en el polo sur lunar son aún más bajas que las que se habían medido en Plutón, el que más lejos está del Sol y que por lo tanto recibe menos calor de este. El hallazgo tiene enorme interés para los científicos porque esos extraños y fríos lugares de la Luna podrían contener agua helada y otros compuestos más volátiles.
El Satélite de Reconocimiento Lunar, la sonda que está haciendo la cartografía de la temperatura, fue lanzado el pasado 18 de junio con siete instrumentos de medición a bordo. El aparato que ha realizado el análisis de las temperaturas, que se llama Diviner (Adivino, en castellano), ha registrado más de 8.000 millones de mediciones en aproximadamente la mitad de la superficie del satélite de la Tierra.

martes

PROXIMA SUPERNOVA

El telescopio de rayos X en órbita de la ESA, XMM-Newton, ha mostrado la primera imagen detallada de una enana blanca que podría explotar como supernova tipo Ia dentro de algunos millones de años. Eso es relativamente pronto en términos cósmicos de tiempo, y aunque esta enana blanca que orbita a su estrella compañera HD 49798 está demasiado lejos como para suponer algún peligro para la Tierra, sí está lo suficientemente cerca como para convertirse en un acontecimiento celeste espectacular. Los cálculos indican que inicialmente brillará con la intensidad de la luna llena y será tan brillante que se podrá ver en el cielo diurno a simple vista. Pero no os preocupéis, que será dentro de bastante.

Los astrónomos le han seguido la pista a este misterioso objeto desde 1997, cuando descubrieron que algo emitía rayos X cerca de la brillante estrella 49798. Ahora, gracias a la gran sensibilidad del XMM-Newton, se ha podido seguir el rastro de este objeto misterioso a lo largo de toda su órbita. La observación ha revelado que se trata de una enana blanca, el corazón muerto de una estrella, que emite rayos X al espacio.

Sandro Mereghetti, del INAF-IASF de Milán, Italia, y sus colaboradores, han descubierto además que no se trata de una enana blanca normal y corriente. Han medido su masa y se han encontrado con que era el doble de la esperada. La mayoría de las enanas blancas contiene 0,6 masas solares en un cuerpo del tamaño de la Tierra. Pero esta enana blanca en particular contiene al menos el doble de esa masa teniendo un diámetro que es la mitad del de la Tierra. También completa una rotación una vez cada 13 segundos, la más rápida de las enanas blancas conocidas.

La determinación de la masa es fiable, porque los datos del seguimiento del XMM-Newton permitieron a los astrónomos usar el método más sólido para “pesar” una estrella, el método que usa la física gravitacional desarrollado por Isaac Newton en el siglo XVII.

Probablemente la enana blanca haya crecido hasta adquirir su inusual masa robando gas de su compañera, un proceso que se conoce como acreción. Con 1,3 masas solares, la enana blanca se encuentra cerca de un límite peligroso. Cuando una enana blanca adquiere más de 1,4 masas solares, bien explota, bien colapsa para formar un cuerpo todavía más compacto llamado estrella de neutrones. La explosión de una enana blanca es la explicación principal para la formación de las supernovas tipo Ia, suceso que provoca un gran destello y que es utilizado por los astrónomos como un patrón de medición de la expansión del universo.

EL MUNDO ZN

Armen Mulkidjanian de la Universidad de Osnabrueck, en Alemania, y Michael Galperin del National Institute of Health de EE.UU., presentan su hipótesis y sus pruebas en dos artículos publicados y abiertos para ser revisados en el sitio web Biology Direct.

Los científicos han sugerido que la vida en la Tierra se originó en estructuras porosas fotosintéticamente activas, similares a las fuentes hidrotermales del fondo del océano, hechas de sulfuro de zinc. Dicen que bajo una alta presión en una atmósfera compuesta principalmente por dióxido de carbono se podrían formar estructuras de sulfuro de zinc en la superficie de los continentes, donde tendrían acceso a la luz del sol. Al contrario que muchas teorías existentes, que sugieren que la radiación UV fue un estorbo para el desarrollo de la vida, Mulkidjanian y Galperin piensan que en realidad ayudó.

Según Mulkidjanian, el debate sobre si la vida podría surgir a partir de reacciones químicas comenzó a cambiar cuando los científicos empezaron a cuestionarse las condiciones atmosféricas que usaron Miller y Urey. En su famoso experimento, Miller y Urey simularon las condiciones de la atmósfera terrestre primitiva con una mezcla de metano, hidrógeno, amoniaco y vapor. Esta mezcla, junto con algunas “chispas” que simulaban los rayos, dio lugar a la formación de aminoácidos. Con este sistema, Miller y Urey asumieron que la Tierra primitiva tenía una atmósfera reductora, lo que significaba que tenía grandes cantidades de hidrógeno y casi nada de oxígeno.

Sin embargo, muchos científicos han abandonado ya la idea de una atmósfera terrestre primitiva reductora. En su lugar, piensan que la Tierra tenía una atmósfera neutra, compuesta principalmente por dióxido de carbono, con pequeñas cantidades de nitrógeno e hidrógeno, similar a las atmósferas actuales de Marte y Venus. Los investigadores que han repetido el experimento de Miller y Urey bajo estas nuevas condiciones atmosféricas, incluyendo Miller, han demostrado que con esta mezcla no se producen aminoácidos.

Después de que fuera aceptado que, en su origen, la atmósfera estaba compuesta por dióxido de carbono”, dijo Mulkidjanian, “no había hipótesis químicas o físicas que explicaran el origen de la vida”.

Los organismos vivos sólo pueden existir si hay alguna forma de flujo de energía, por ejemplo, la radiación solar o las reacciones químicas.

“Si tienes una atmósfera de dióxido de carbono, necesitas, además, una fuente de electrones para reducir el dióxido de carbono si quieres obtener compuestos complejos”, explica Mulkidjanian.

La hipótesis del “mundo Zn” de Mulkidjanian ofrece una versión diferente de la atmósfera terrestre prebiótica, una en la que el sulfuro de zinc juega un papel fundamental en el desarrollo de la vida. En la naturaleza, las partículas de sulfuro de zinc precipitan sólo en fuentes hidrotermales en lo profundo del océano. Su capacidad única para conservar la energía de la luz lo ha hecho muy popular en muchos aparatos de hoy en día, desde varios tipos de televisiones a objetos que brillan en la oscuridad (y, además, el óxido de zinc se usa como filtro solar).

Su capacidad para guardar la luz hace del sulfuro de zinc un importante tema de discusión sobre el origen de la vida. Mulkidjanian explica que, una vez iluminado con luz UV, el sulfuro de zinc reduce eficientemente el dióxido de carbono, igual que hacen las plantas.

Para probar la hipótesis, Mulkidjanian y Galperin analizaron el contenido metálico de las células modernas y encontraron “niveles sorprendentemente altos de zinc”, concretamente en los complejos de proteínas con moléculas de ADN y ARN.

“Hemos hallado que las proteínas que se consideran más antiguas evolutivamente hablando, y en especial las que se asocian al ARN, contienen grandes cantidades de zinc”, dice Mulkidjanian.

Los científicos dicen que el resultado es una prueba de que las primeras formas de vida se desarrollaron en un entorno rico en zinc. Pero, como los autores señalan en su artículo, la aceptación de una nueva hipótesis sobre el origen de la vida requerirá más trabajo, sobre todo para describir la naturaleza de la vida y las reacciones químicas en estos organismos ricos en zinc.

“No podremos explicar por completo las propiedades de los organismos modernos a menos que entendamos cómo se originó la vida”, dice Mulkidjanian.

Para los astrobiólogos, esta nueva hipótesis supone un considerable giro en el debate del origen de la vida.
“Si se acepta esta hipótesis en las comunidades de investigadores sobre el origen de la vida, supondrá un verdadero cambio de concepto de importantes dimensiones”, dice el astrobiólogo de la NASA Max Bernstein. “No podría decir si será aceptado o no, pero creo que muchos querrán ver las pruebas experimentales de la viabilidad de las reacciones en este escenario hipotético bajo condiciones prebióticas”.